En
décadas pasadas se buscaba desarrollar en los jóvenes competencias tales como:
trabajo bajo presión, competitividad, innovación tecnológica, capacidad para
desarrollar nuevos negocios entre otras. Este desarrollo de mentes brillantes
se ve reflejado hoy en día en el impactante incremento en avances tecnológicos
y científicos. Sin embargo estos avances no se han dado a la par del desarrollo
moral. La secularización, la autonomía y el pluralismo son las otras
características que también distinguen a la sociedad contemporánea. Haciéndose
evidente la falta de referencias éticas y morales que orienten y limiten la
conducta humana.
Cada persona es responsable de
construir su proyecto de vida, sin embargo los de hoy se construyen desde una
postura individualista. Las decisiones se toman confundiendo la libertad con el
libertinaje y la autonomía con el individualismo; buscando prioritariamente el
enriquecimiento y la satisfacción personal. Teniendo como resultado de esta
perdida de referentes en la toma de decisiones, una sociedad sumergida en la
desigualdad, la corrupción, la falta de tolerancia y de justicia.
Son
los profesionistas los que están al frente de los avances tecnológicos, la realización
de políticas sociales y económicas, de la generación de políticas de
solidaridad, etc. Por lo que se vuelve
necesario prepararlos éticamente, generando espacios en la escuela para la
reflexión e introspección sobre la situación actual y sus problemas. Educarlos
en la justicia y la alteridad para que sean capaces de tomar decisiones libres,
éticas y responsables en sus proyectos de vida personales y colectivos
manteniendo un equilibrio entre el bienestar
social y el bienestar individual.